Una tormenta destructiva está surgiendo de aguas cálidas. Otra vez.
Estados Unidos y el mundo están padeciendo catástrofes tropicales más frecuentes y de mayores dimensiones por miles de millones de dólares como el huracán Laura, que amenaza la costa estadounidense del Golfo de México debido a una combinación de aumento en la urbanización costera, ciclos naturales del clima, menor contaminación del aire y el cambio climático provocado por el hombre, dicen expertos.
La lista de recientes huracanes poderosos va en aumento: Harvey, Irma, María, Florence, Michael, Dorian. Y los expertos no tienen duda de que Laura será incluida en ella.
Se trata de un desastre del que somos responsables al menos en parte, dijo Susan Cutter, directora del Instituto de Riesgos y Vulnerabilidad de la Universidad de Carolina del Sur.
“Estamos viendo un incremento en la intensidad de estos fenómenos debido a que nosotros como sociedad en esencia estamos modificando la Tierra y al mismo tiempo nos estamos mudando a lugares más peligrosos”, señaló Cutter el miércoles.
En los últimos tres años, Estados Unidos ha tenido siete desastres causados por huracanes que dejaron cada uno daños por al menos mil millones de dólares, para un total de 335,000 millones de dólares. En toda la década de 1980 hubo seis, y los daños que provocaron sumaron un total de 38,200 millones de dólares, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés).
Todas esas cifras están ajustadas al costo de la vida.
El Atlántico está generando cada vez más huracanes de grandes dimensiones, según un análisis que hizo The Associated Press de estadísticas de huracanes que se remontan a 1950. Esa denominación se refiere a tormentas con vientos de al menos 179 kilómetros por hora (111 millas por hora), que son las que causan los mayores daños.
El Atlántico tiene ahora un promedio de tres grandes huracanes al año, con base en estadísticas compiladas durante 30 años. En las décadas de 1980 y 1990 el promedio era de dos.
La Energía Ciclónica Acumulada en el Atlántico —un índice que toma en cuenta el número de tormentas, su potencia y duración— se ubica ahora en 120 en una media móvil de 30 años. Hace 30 años, se ubicaba en aproximadamente 70 y 80 en promedio.
Algunas personas atribuyen el incremento a la descontrolada urbanización costera y otras al cambio climático provocado por el hombre debido a la quema de carbón, petróleo y gas. De hecho, ambas circunstancias son responsables, dijo Craig Fugate, exjefe de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés).
“Hay muchos factores presentes”, afirmó.
En lo que respecta al riesgo de huracán, un factor importante es “la cantidad de elementos en el trayecto de un peligro natural y la vulnerabilidad de los elementos en ese trayecto”, dijo Bark Bove, meteorólogo que trabaja para la aseguradora Munich Re U.S.
Un factor que aumenta la posibilidad de que haya “elementos en el trayecto” de una gran tormenta es que la política federal para desastres y el seguro de inundaciones subsidian y alientan a las personas a construir de nuevo en zonas de riesgo, dijo Fugate.
Después del paso de las tormentas, las comunidades “siempre dicen que van a resurgir de las cenizas”, y muy a menudo construyen de la misma manera y en el mismo lugar, lo que derivará en la misma vulnerabilidad y el mismo desenlace, agregó.
Además, algunos lugares, como Houston, no limitan la urbanización en partes que podrían servir de zonas para el control de inundaciones si se mantuvieran vacías y permiten desarrollos que no son resistentes a los desastres, dijo Kathleen Tierney, exdirectora del Centro de Riesgos Naturales en la Universidad de Colorado.
Ahora hay que añadir la meteorología.
Los expertos coinciden en que las aguas se están calentando y eso funciona como combustible para los huracanes, dijo Jim Kossin, climatólogo de la NOAA. Según un estudio de Kossin, una vez formada una tormenta, las posibilidades de que alcance una categoría mayor a nivel global aumentaron 8% en una década desde 1979. En el Atlántico, las posibilidades se incrementaron 49% en una década.
Pero los científicos no están de acuerdo en el porqué del calentamiento de las aguas. Saben que el cambio climático es un factor, pero dicen que no es la causa principal y no están de acuerdo en qué otro factor podría estar influyendo.
Algunos lo atribuyen a un ciclo global natural de 25-30 años que actúa como una banda transportadora gigante de diversos niveles de sal y temperatura en todo el planeta, incluida la zona tropical del Atlántico frente a África donde se forman los peores huracanes, dijo Phil Klotzbach, investigador de estos meteoros en la Universidad Estatal de Colorado.
Cuando las aguas en el norte del Atlántico están más calientes de lo usual, las de las zonas tropicales donde se forman los huracanes tienen temperaturas inusualmente altas, y la temporada de huracanes es anormalmente activa, señaló Klotzbach. Este periodo intenso comenzó en 1995 y podría terminar pronto cuando las aguas del norte del Atlántico cambien a un régimen más frío, agregó.
Klotzbach reconoció que un problema con esta teoría es que las aguas en el norte del Atlántico han estado inusualmente templadas este verano, y aún así ha habido muchas tormentas. Podría ser una irregularidad pasajera, afirmó.
Sin embargo, Kerry Emanuel, profesor de meteorología del Instituto Tecnológico de Massachusetts, dijo que podría deberse a otro factor contradictorio: hay más tormentas debido a que el aire está más limpio.
La contaminación atmosférica europea enfrió la zona sobre África en las décadas de 1960 y 1970 y puso más polvo en el aire, situaciones que desalentaron la formación de huracanes, apuntó. Cuando la contaminación disminuyó, la temperatura de África aumentó y se incrementaron las tormentas, y a eso se debe que sea un periodo tan activo, señaló Emanuel.
Aunque el cambio climático no es el factor más importante en el calentamiento de las aguas, contribuye a crear tormentas más perjudiciales de otras maneras, al provocar un incremento en el nivel del mar que empeora las marejadas ciclónicas y hace que las tormentas se desplacen más lentamente y causen mayores precipitaciones, según los científicos.
Todo esto significa que debemos acostumbrarnos a un número mayor de tormentas catastróficas, según Bove, de Munich Re.
Además, señaló, “el cambio climático provocará mayores pérdidas en el futuro”.